Sitio de Memoria.
Antigua Cárcel de Mujeres

En la antigua Cárcel de Mujeres de Santa Marta Acatitla, convivieron, entre 1966 y 1982, participantes del movimiento estudiantil de 1968 y de grupos político-armados (guerrilla), con presas comunes. La presencia de estas luchadoras sociales en la cárcel, cambió la vida de muchas presas comunes, de ellas mismas y de la sociedad mexicana.

Hoy, la antigua Cárcel de Mujeres, alberga al plantel Casa Libertad de la UACM, surgida de la lucha de los colonos del oriente de la ciudad, bajo la consigna “Cárcel no, Prepa sí”. Como Sitio de Memoria, en Casa Libertad, se reconoce que en este espacio se cometieron graves violaciones a los derechos humanos, y que las víctimas y comunidades locales consideran que el lugar rinde memoria a esos acontecimientos y que permite repensar, recuperar y transmitir esos hechos, así como homenajear y reparar a familiares, víctimas y sobrevivientes de esos procesos traumáticos.

Por mis compañeras y compañeros del comité del 68…
Por la exigencia de justicia para las víctimas y castigo
a los responsables de los crímenes de lesa humanidad

Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha”

Cartas de Libertad, 2018, p. 3.

MUJERES DEL 68

Lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en la Ciudad de México, el 2 de octubre de 1968 forma parte de los movimientos sociales que buscaban la democratización de un Estado autoritario. Se protestaba contra la desigualdad social y la represión política. Los estudiantes querían cambiar las políticas de Estado, que favorecían sólo a los poderosos y dirigirlas hacia los pobres y a los trabajadores.

Internacionalmente, la década de 1960 vivió movimientos sociales que cuestionaban el dominio poscolonial en países recientemente independizados de África, Asia y América Latina. La Revolución cubana y la guerra de Vietnam, motivando solidaridad por parte de los estudiantes en gran parte del mundo: Corea (1964), Japón (1960-68), Francia (1968), Estados Unidos (1968), Polonia (1968), Italia (1968), Alemania (1967-68).

En México, las luchas estudiantiles por la democratización y la igualdad, iniciaron desde 1942 en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y continuaron en 1949, 1952, 1956, 1958, 1966, 1967, 1968 y hasta 1971. El movimiento estudiantil de 1968, forma parte de las luchas sociales por la democracia y la igualdad social, surgidas en muchas universidades alrededor del mundo; movimientos que transformaron espacios esenciales de la sociedad, como la familia (en especial el papel de la mujer), los medios de comunicación y la educación.

El 2 de octubre de 1968, estudiantes, trabajadores y ciudadanos comunes; hombres, mujeres e infantes, reunidos pacíficamente en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en la Ciudad de México, fueron masacrados por el Ejército mexicano y grupos paramilitares, dejando una huella imborrable de las luchas por la democracia y las libertades civiles en la memoria de todos los mexicanos.

¿Qué dejó nuestra lucha?

Hay quienes dicen que el movimiento estudiantil del 68 no logró nada. Yo considero —y lo he podido constatar a lo largo de 50 años—; que México no es el mismo antes y después del 68.

Y me atrevo a asegurarlo porque he acudido a un sinfín de eventos realizados en escuelas públicas y privadas, en distintas universidades, incluso en el extranjero, y me percato del reconocimiento de los jóvenes a nuestro movimiento del 68, que no solo ha servido para mantener la memoria, sino la enseñanza por parte de una generación que permanece en la lucha.

Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha” 
Cartas de libertad, 2018, p. 15

De entre las sobrevivientes de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, dos estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México fueron posteriormente detenidas y confinadas en la entonces Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla; sus nombres: Roberta Avendaño Martínez (1940–1999), conocida por sus compañeros de lucha y luego por la sociedad mexicana como “La Tita” y, Ana Ignacia Rodríguez Márquez (nacida en 1944), a quien la policía fichó como “la Nacha”.

Ambas llegaron a la Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla en enero de 1969, luego de haber sido secuestradas por la policía y sometidas a tortura psicológica y física. Las violaciones a sus derechos humanos, continuaron a lo largo de los dos años que permanecieron en la celda número cinco y cuya recreación se muestra en este sitio de memoria.

En prisión, conocieron y convivieron con quien se considera la primera presa política: Ana María Rico Galán, encarcelada por su participación en el asalto al cuartel militar de la ciudad de Madera, Chihuahua, en 1965, así como con la abogada Adela Salazar, encerrada por defender a los trabajadores en contra de los abusos de sus patrones y organizar sindicatos independientes. También conocieron y convivieron con guerrilleras de distintas organizaciones político militares y con las presas comunes.

Las libertades conquistadas por la humanidad,
son la obra de los ilegales de todos los tiempos.

Francisca Victoria “Paquita” Calvo Zapata.
Frente Urbano Zapatista.

MUJERES EN ARMAS

La violencia política y física del Estado mexicano en contra los movimientos sociales y las organizaciones populares de campesinos, obreros, estudiantes y en general, hacia la clase trabajadora desde 1952, llevó a mujeres y hombres, principalmente jóvenes que habían vivido la terrible ola de represión de los sexenios de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, a la conclusión de que la única solución a las injusticias que el pueblo vivía era un cambio radical en el gobierno; cambio que permitiera alcanzar la justicia y el progreso material y moral, pero que, la corrupción, el abuso y el autoritarismo del Estado, hacían que no fuera posible por la vía pacífica.

Por ello, luego de la represión y masacre perpetradas por el Estado en contra de estudiantes el 2 de octubre de 1968, y el 10 de junio de 1971, esa generación de jóvenes asumió la necesidad de organizarse y luchar para alcanzar el poder político. En ese empeño, mujeres estudiantes —muchas de ellas menores de 25 años y algunas aún adolescentes—, comenzaron a incorporarse, participar e incluso liderar organizaciones y movimientos político militares, que buscaban conquistar el poder por la vía armada (guerrilla), para transformar el Estado en favor del pueblo mexicano.

Desde niños veíamos todo lo que significaba para esta gente pobre un taco. Pienso que todo eso contribuyó a mi decisión de querer participar en la lucha armada para poder cambiar la realidad de mi país. ¡Así de bonito!

Martha Elba Cisneros
Movimiento de Acción Revolucionaria.

Ser guerrillera significó asumirse como ser social, con plenos derechos […] A esa generación nos caracterizó el deseo de cambiar las cosas y por eso estuvimos dispuestos a dar todo, como lo hicimos muchos compañeros y compañeras que murieron o desaparecieron en la guerra sucia.

Edna Ovalle,
Liga de los Comunistas Armados.
 

Durante los años setenta y aún antes, durante la llamada “guerra sucia”, el gobierno mexicano, persiguió, torturó y encarceló en la entonces Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla, a muchas participantes de movimientos tanto pacíficos como armados, acusándolas de delitos comunes, negando siempre su condición de presas políticas.

La lista de las mujeres encarceladas por motivos políticos inicio en 1966, con el arresto de Ana María Rico Galán, acusada de planificar un atentado contra el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Le siguieron, en 1969, Roberta Avendaño Martínez “la Tita” (1940–1999) y Ana Ignacia Rodríguez Márquez “la Nacha” (1944- ), activistas del movimiento estudiantil de 1968, y a partir de 1971, más de 50 mujeres que buscaban la democracia y la justicia social a través de la guerrilla armada.

En esta antigua Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla, además de la privación de su libertad, fueron objeto de múltiples y graves violaciones a sus derechos humanos: aislamiento total, tortura psicológica y física, secuestro y tortura de familiares (incluidos sus hijos pequeños), prohibición de recibir libros, comida, ropa y menos aún, visita conyugal, así como el permanente acoso por parte del personal del penal.

No obstante, ellas resistieron y se organizaron para impulsar acciones que les permitieron seguir luchando, aún en reclusión. Promovieron y mejoraron la vida de muchas presas comunes. Denunciaron la cotidiana corrupción y las graves violaciones a los derechos humanos que se vivía dentro de la Cárcel.

Su denuncia más relevante, en su lucha política, fue la publicación de la llamada Rectificación política pública. Posicionamiento que logró la liberación de muchas de las presas políticas en 1978 mediante la Ley de Amnistía, pero sobre todo, permitió la incorporación a la vida política de las organizaciones político-militares (guerrillas) y de otros movimientos sociales, encausando sus demandas y lucha por la vía política.

Era como un confeti de mujeres: ricas, pobres, jóvenes, ancianas,
acuerpadas, flacas, analfabetas, profesionistas, indígenas,
citadinas, solteras, casadas, agresivas, afables, locas y soñadoras.

Otilia N, 
Entrevista realizada por Heriberto Martínez Brigido, 2022.

MUJERES OLVIDADAS

El Centro Femenil de Rehabilitación Social de Santa Martha Acatitla, conocido popularmente como la Cárcel de Mujeres, funcionó durante 28 años, reteniendo a mujeres cuya condición religiosa, étnica, económica, política, social, ideológica y razones de encarcelamiento fue muy diversa: robo, asesinato, sedición, acopio de armas, trafico, daño en propiedad ajena, asociación delictuosa, guerrilla, etc. Casos iban de lo más simple a lo sumamente grave y de lo inverosímil a lo grotesco.

Dos mujeres, por ejemplo, en condición de pobreza, robaron un guajolote para poder comer, razón por la que estuvieron presas durante tres años. También hubo quien conoció y relacionó con la burguesía del momento; la asaltabancos “Heidi”, joven alemana que recibía su mesada de los Trouyet, dedicados a la actividad bursátil y a la banca de inversión y que, al preguntarle, qué iba a hacer al salir, contestaba “robar bancos”.

Virginia, otro caso, fue agredida verbalmente por trabajadores de recolección de basura, por lo que lanzó una piedra al parabrisas del camión. Fue acusada de daño a propiedad de la nación. Totalmente alcoholizada, no pudo argumentar defensa alguna y estuvo cuatro años privada de la libertad. 

De un incendio accidental, que devoró su humilde vivienda, una anciana fue encarcelada porque las llamas alcanzaron un poste que no pudo pagar; murió en prisión, sin familia que reclamara. 

Una semana de vacaciones al puerto de Acapulco, fue suficiente para que cinco hombres y dos mujeres fueran puestas a disposición de las autoridades por haber hecho el viaje en un vehículo robado; se les sentenció a tres años de cárcel.

Del hartazgo, miseria y violencia doméstica, resulto el asesinato de Pablo Díaz a manos de su pareja María Trinidad Ramírez Poblano. Se dijo que lo golpeo con un bate y luego lo desmembró para después arrojarlo a un baldío. Dedicada a la venta de tamales se especuló que aprovechó la cabeza de Pablo para su negocio. De 40 años de condena cumplió 20 por buena conducta. Murió en 1995 en Tequixquiac, Estado de México, a donde regresó tras cumplir su condena.

La prohibición a ejercer su sexualidad, fue una de las violaciones más terribles a los derechos humanos de las internas de la Antigua Cárcel de Mujeres. Para las autoridades del penal, “así se evitaban las epidemias, las enfermedades de transmisión sexual, la promiscuidad y el degenere, pero, sobre todo, los embarazos”. Del número de niños nacidos en Santa Martha no se tienen datos precisos, pero se sabe que permanecían con sus madres hasta los seis años de edad y que recibían educación inicial, alimento, cuidado y esparcimiento en la guardería ubicada en la planta baja del penal.

La lucha de los vecinos de las colonias del oriente de la Ciudad creó las condiciones para el surgimiento del actual sistema público de educación media superior y superior de nuestra Ciudad. Tal es el logro de la gente trabajadora, organizada y participativa de esta urbe capitalina.

¡CÁRCEL NO, PREPA SÍ!

La Antigua Cárcel de Mujeres cerro sus rejas en 1982, quedando abandonadas sus instalaciones; sólo el área poniente fue ocupada por la empresa de transportes Ruta 100.

En 1997, el gobierno del entonces Distrito Federal, anunció la rehabilitación de la Antigua Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla, para dar cabida a un nuevo penal, ahora de mediana seguridad para varones. Ante la noticia, vecinos de distintas colonias y pueblos del Oriente de la Ciudad de México, entre ellas: Santa Martha Acatitla, el Edén, San Sebastián Tecoloxtitlán, Paraíso, La Joya, La Joyita, Unidad Habitacional Morelos, Coronado, Jalpa, Ejercito de Oriente, Ermita Zaragoza, Solidaridad, San Lorenzo y Peñón Viejo, organizadas y dirigidas por la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ), la Coordinadora Popular de Mujeres (COPOME) y La Unión de Colonos de San Miguel Teotongo y, con la consigna: ¡Cárcel No, Prepa Sí!, exigieron a las autoridades que el edificio de la antigua cárcel, tuviera un uso en beneficio de la población de las colonias circundantes.

Dos actos sin precedente en los movimientos sociales marcaron esta lucha. El abrazo a la cárcel, mediante el cual los vecinos se apropiaron simbólicamente el predio de 9 hectáreas de la Antigua Cárcel de Mujeres, con una muy destacada participación de las mujeres de la comunidad y; una consulta vecinal para decidir el mejor destino que debería dar al inmueble.

Obedeciendo la voluntad popular de la consulta, se echó a andar el proyecto educativo de una preparatoria, a la cual llegaron cientos de jóvenes que buscaban ejercer su derecho a la educación.  Luego de dos años resistencia y negociaciones, en 1999, abrió sus puertas, en la parte poniente del edificio, la Preparatoria Iztapalapa 1, hoy integrada al Instituto de Estudios Medio Superiores de la Ciudad de México (IEMS). El resto del inmueble se acondicionó para dar cabida en el año 2000, al Centro de Desarrollo Social Integral, al que los vecinos llamaron simbólicamente Casa Libertad.

Algunos de los servicios que ofrecía el Centro de Desarrollo Social Integral Casa Libertad, eran, además de la preparatoria: biblioteca, clínica de displasia, unidad básica de rehabilitación para personas con discapacidad, el centro de desarrollo y estancia infantil, unidad de servicios legales para indígenas, capacitación para el empleo, unidad de atención integral para la mujer y la familia, escuela de creatividad, unidad de crianza y estimulación temprana, ludoteca, libro club, jardín de juegos, unidad de atención para adultos mayores, atención psicológica y laboratorio de teatro comunitario. Sin embargo, justo cuando los vecinos comenzaban a participar y comprometerse con los proyectos de Casa Libertad, el centro cerró sus puertas al concluir la administración de Rosario Robles al frente del Distrito Federal el mismo año 2000.

Un año después, en 2001, a iniciativa del jefe de gobierno del Distrito Federal se decretó la creación de la Universidad de la Ciudad de México, instalando su primer plantel en la llamada desde entonces Casa Libertad, de lo que fuera la Antigua Cárcel de Mujeres de Santa Martha Acatitla y, en 2005, se promulga su Ley de Autonomía para desde entonces denominarse Universidad Autónoma de la Ciudad de México.