Goya, Damián Flores y Vlady. Contra la guerra

TE ESPERAMOS ESTAS VACACIONES.

DE MIÉRCOLES A DOMINGO, DE 10:00 A 18:00 HORAS.

A PARTIR DEL 10 DE JULIO AL 4 DE AGOSTO

 

Más que una exposición, dispusimos la obra de estos tres artistas como un manifiesto contra la Guerra: en forma apremiante colgamos estas imágenes contra la masacre que está realizando el estado de Israel contra el pueblo Palestino; pero también queremos la paz entre Rusia, Ucrania y la OTAN, pues en esa guerra se adivina un horizonte bélico y terrorífico para toda la humanidad. Paz también para un México que quedó atrapado en la “guerra contra el narcotráfico”, lanzada por Felipe Calderón y encabezada por un criminal que trabajaba como parte interesada de al menos uno de los grupos criminales que decía combatir.

        Por desgracia, la exposición que presentamos tiene una vigencia pasmosa; y aunque las obras de los artistas incluidos en la misma se refieren a distintos momentos históricos, parece que están hablando de Palestina, Ucrania o de las masacres del narcotráfico en Guanajuato. Goya acababa de inventar el arte moderno con su serie de grabados Los Caprichos. Unos años después se da la invasión de las tropas napoleónicas a territorio español, dando lugar a la primera guerra de guerrillas como forma de resistencia del pueblo de España y de algunas secciones de su ejército. El arte moderno nace de dos series gráficas, que surgen de un arte que requiere de la tecnología de impresión, así como la modernidad le debe mucho a la invención de la imprenta para difundir las ideas en forma de libros. Entonces, las herramientas conceptuales desarrolladas por Goya, el pensamiento crítico y la libertad iconográfica para mezclar símbolos, realidades e imaginación en posturas expresivas absolutamente personales, pasan de la crítica moral, ideológica, religiosa y filosófica de Los Caprichos, a una crítica sobre la realidad histórica como la del tiempo de Los Desastres de la Guerra, pero sobre todo a una crítica devastadora contra la perversidad del ser humano en contextos de guerra. Las escenas mezclan las peores atrocidades de la tortura y las masacres, con alegorías sobre cómo los seres racionales se convierten en irracionales en el catálogo de la violencia guerrera que se sucede en estas imágenes y que se basan en el testimonio presencial de Goya, del pueblo y de los militares que le van narrando sucesos, de los que alimenta sus aguafuertes y punta secas. No se trata de ejércitos, se trata de hombres y mujeres de uno y otro bando que se transfiguran en victimarios psicópatas al fragor de las batallas. Las maneras de trabajar la imagen de Goya se convierten en uno de los grandes aportes del pensamiento ilustrado. Desde el grabado, aprovechando los claroscuros y el dibujo enfático y expresivo de las líneas gruesas y agitadas del aguafuerte, Goya pone la guerra como la expresión más abominable de traición a los principios básicos del humanismo, de la civilidad, y del respeto mínimo a la racionalidad que nos distingue como seres humanos. Cuando ya no le alcanza para reflejar descarnadamente el catálogo de atrocidades que se pueden cometer en un conflicto bélico, surgen seres monstruosos, diabólicos, que reflejan las caras de la violencia extrema y el cinismo de políticos, curas, militares y de la población en general.

        Cuando el presidente Felipe Calderón lanzó su llamada Guerra Contra el Narcotráfico (que tras la detención de Genaro García Luna se mostró como un negocio bélico en que la autoridad y los delincuentes eran dos caras de la misma moneda), Demián Flores decidió reconfigurar Los Desastres de la Guerra para expresar y denunciar lo que estaba sucediendo en México y que a diario nos aterrorizaba. Las noticias de masacres, enfrentamientos, sicarios depravados que cometían cualquier cantidad de torturas, desmembramientos, ejecuciones que se hacían públicas colgando a las víctimas en postes, árboles, puentes y avenidas, parecían empatar con el delirio terrorífico que denunció Goya. Con una estrategia y una imaginación deslumbrante que debiera volver a revisarse en todos sus aportes estéticos, la serie de Demián logró mexicanizar las estampas goyescas con igual maestría técnica y artística, lanzando un grito desesperado que parece decir: basta. La serie Los Desastres Colaterales inició su itinerario en Fuendetodos, pueblo natal de Goya, y de ahí no ha dejado de moverse por la República Mexicana desde 2012.

        Por otra parte, al incorporar a Vlady en este coloquio del arte contra las guerras, fue imposible evadir la influencia determinante que tuvieron los aportes de Goya en su propia manera de configurar su imaginario. Vlady huyó con su padre del exterminio estalinista contra sus opositores políticos, pero a su vez huyó de la Segunda Guerra Mundial y de los totalitarismos que asolaban a Europa. Los conflictos armados, ya fuesen guerras civiles, revolucionarias o confrontaciones entre países, estuvieron presentes en su vida y, como consecuencia, en su arte a lo largo de toda su vida. En la muestra de trabajos que presentamos de su autoría, se pueden ver otros aspectos también de lo que Goya influyó en su arte pictórico, gráfico y dibujístico. Por su lado, Demián Flores también se vio influido por Vlady, siendo apenas un adolescente, y sus dibujos dejaron una huella imborrable en su valoración de la línea, sus posibilidades, y los juegos del claroscuro. 

        Haciendo coro a estos tres grandes artistas, esta exposición, y las actividades paralelas a ella, son un llamado de la UACM a la búsqueda de la paz como premisa básica para construir un mundo justo y democrático.

  Fernando Gálvez de Aguinaga

 

 

«¡El horror es el precio del error!»

Vlady

 

Francisco de Goya y Lucientes fue un pintor colorista, dibujante y grabador que se dedicó a redescubrir los efectos ópticos de la luz y la oscuridad. Sus obras prefiguran la pintura moderna a través de su pincelada y su forma de captar los instantes precisos que permiten leer simbólicamente elementos cotidianos. Sus pinceles han moldeado nuestras formas de mirar y representar, así como de conceptualizar el mundo que nos rodea. En este sentido, sus obras no se limitan a sustentar el ideal de belleza, sino que también explora el lado más oscuro y complejo de la realidad humana, permitiendo que hasta el día de hoy podamos reflexionar sobre los límites siniestros de la condición humana.

        Para Goya, la realidad engaña; arroja un velo sobre lo que es realmente. De ahí que, para poder penetrar en aquello que se esconde tras la superficial cotidianidad de nuestros días, se vuelva necesaria la invención; la fantasía aquí tiene un estatuto epistémico. El resultado es un mundo plagado de monstruos, brujas y seres cuyas fisonomías humanas son animalizadas; un mundo que nos precipita, según Baudelaire, hacia «todos los excesos del sueño y todas las hipérboles de la alucinación». Ahora bien, este «mundo nocturno» de Goya bien puede analogarse con aquella «fauna fantástica» vladiana que había llamado la atención a Teresa del Conde. De vez en vez, gracias al proceso de estas goyescas, tanto la obra de Goya como la de Vlady nos arranca del régimen diurno para regresarnos al sitio donde producimos nuestras imágenes oníricas; justo de ahí la extraña fascinación, o la sensación ominosa, que nos puedan causar. Pero cabría acotar que sus quimeras no son desvaríos; sino ventanas que nos acercan a la naturaleza humana y, por lo mismo, a la de nosotros mismos.

    Según Todorov, la principal reacción artística de Goya a la guerra fue la carpeta de grabados originalmente titulada: «Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos». “Quizá por primera vez en la historia de la pintura”, continúa el historiador búlgaro, “la guerra está desprovista de todo brillo, de toda seducción. Es la puesta en escena de una masacre inmunda, no de un espectáculo heróico”. El contacto directo con la guerra le sirvió para profundizar en la naturaleza de la violencia humana. Sin embargo, y esto es lo que se tendría que resaltar con especial énfasis, todo ello con independencia de que la guerra pudiera llegar a ser considerada como «justa» o «injusta»; es decir, bajo la mirada del artista aragonés, la violencia como medio derrumba cualquier legalidad del fin —con lo cual Goya se desmarca de la concepción iusnaturalista del derecho, esa que, tal y como afirmara Walter Benjamin, respaldó La Terreur de la Revolución francesa.

    Las obras expuestas en estas salas nos permiten mirar que la violencia —y el horror que ésta genera— es atemporal. Apreciamos que la guerra —en el caso de Francisco de Goya—, la colonización española y la guerra contra el narcotráfico en nuestro país —temas centrales de las obras de Demián Flores—, así como la revolución y la contrarrevolución —en las obras de Vlady—, nos permiten hacer una crítica de la violencia y evidenciar el papel que tomamos frente a los horrores de las actuales empresas bélicas. Estas obras nos invitan a una reflexión profunda y provocadora sobre la relación entre la ley, la justicia, la violencia, el poder y quienes se rebelan en su contra. Mirar estas obras nos provoca un vértigo porque nos obliga a contemplar el abismo de la depravación humana.

Tonatiuh Gallardo Núñez y Silvia N. Vázquez Solsona

 

 

Créditos de la exposición:

Goya, Demián Flores y Vlady. Contra la Guerra

 

Curaduría: 

Fernando Gálvez de Aguinaga, 

Silvia Vázquez Solsona, 

Tonatiuh Gallardo

Museografía: 

Teodoro Aguilar Munguía y DECUSO

Coordinación administrativa y difusión: 

Minerva Franco Guerrero

Registro de obra, redes y asistencia de montaje: 

Maricela Zúñiga Arias 

Coordinador de Difusión Cultural y Extensión Universitaria:

Fernando Félix y Valenzuela

Diseño: 

Marco Kim 

Intendencia: 

Elena del Socorro del Barrio Cano

Seguridad: 

Domingo Andrés de la Cruz, 

Ana Susana Torres Alfaro, 

José Luis Jiménez López, 

Laura E. González Piña

 

 

 

 

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